I. En la selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor satírico. Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba conocera la gente y se aplicó a visitara todos y a ir a los cócteles y a observarlos con el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano. Como era gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.
II. No había quien no se encantara con su conversación. Cuando llegaba era recibido cordialmente tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva. Ante ellos, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, el Mono se mostraba invariablemente comprensivo. Pero siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus sátiras. Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
III. Entonces, un día dijo que iba a escribir en contra de los ladrones. Se fijó en la Urraca, y empezó a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y subía de placer a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca. Pero de repente reflexionó que entre los animales que le recibían había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y decidió no hacerlo. Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios lograba siempre conservar o mejorar sus cargos. Pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían humilladas, y desistió de hacerlo. Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién. Pero por miedo de que sus amigos de este género se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta, no hacía más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.
IV. Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos. Pero no encontró contra quién dirigir su trabajo. Todos estos defectos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo. En ese momento renunció a ser escritor satírico y se dedicó a la Mística y el Amor y esas cosas. Pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.